FONDO
Y FORMA DE UN TEXTO
Todos los textos –desde una oración hasta un libro
completo– tienen dos
elementos:
1.- Fondo – lo qué se dice (el tema).
2.- Forma – cómo se dice (estructura el tema en un
género específico).
El fondo se construye con todo aquello que queremos
decir: ideas, conceptos, sentimientos, percepciones, información y argumentos.
La forma se construye con palabras organizadas de
una manera particular para expresar el tema o fondo, es decir con una
estructura textual que puede tener características literarias, académicas,
poéticas, periodísticas o cualquier otra.
Desde luego, el fondo y la forma son inseparables
(como las dos caras de una moneda) y deben responder a la intencionalidad que
tiene el autor, es decir que el texto debe ser adecuado a quién se le escribe
(un desconocido, amigo, autoridad o cualquier otro), y responder al propósito
para que se escribe (informar, solicitar, reclamar…)
Por ejemplo, si hablamos de la amistad éste sería el
tema central o fondo, y para escribir respecto a él podríamos seleccionar
distintas formas como una novela, un ensayo, una poesía o una carta.
Por tanto, la elaboración de un texto tiene dos
tiempos o fases;
La primera, es la concepción del texto y nos
proporciona el fondo.
La segunda parte se llama elocución (poner en
palabras) del texto y es la construcción de la forma.
ACTIVIDAD:
Aplica la teoría aprendida al análisis de tres diferentes textos literarios respondiendo las siguientes preguntas en cada uno de ellos.
1. ¿Qué dice el texto?
2. ¿Cómo lo dice?
- Estructura
- Género literario
- Propósito
Texto de la Biblia.
Que la única deuda
con los demás sea la del amor mutuo: el que ama al prójimo ya cumplió toda la
Ley. Porque los mandamientos: no cometerás adulterio, no matarás, no robarás,
no codiciarás, y cualquier otro, se resumen en este: Amarás a tu prójimo como a
ti mismo. El amor no hace mal al prójimo. Por lo tanto, el amor es la plenitud
de la Ley.
Ustedes saben en qué tiempo
vivimos y que ya es hora de despertarse, porque la salvación está ahora más
cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe. La noche está muy avanzada y se
acerca el día. Abandonemos las obras propias de la noche y vistámonos con la
armadura de la luz.
Como en pleno día, procedamos
dignamente: basta de excesos en la comida y en la bebida, basta de lujuria y
libertinaje, no más peleas ni envidias. Por el contrario, revístanse del Señor
Jesucristo, y no se preocupen por satisfacer los deseos de la carne.
Romanos
13, 8-14
¿Qué es lo que
pasa?
“Ayer me fui al
médico y al salir de él, decidí llamar a un amigo para charlar un poco. Dijo
que se encontraba muy cerca de donde yo estaba. Fui a buscarlo. Mi amigo tiene
24 años y acaba de ser padre hace tres meses. Lo encontré con su hija y su
novia, a un lado, haciendo tareas.
Hablamos un rato, y luego salí
para mi casa. Me sentí mal con mi amigo, porque no sé si se da cuenta de la
responsabilidad que ahora tiene, porque sigue siendo el mismo mocoso, igual que
cuando éramos novios hace dos años. (...)
Me preocupé por él y por la bebé,
porque no encuentra trabajo, porque no terminó la escuela y porque ese día no
les alcanzaba el dinero para comer... No sé qué le pasaba por la mente pero yo
sí me sentí mal por él. No sé cómo se sentirá ante esta situación.
Me pregunto qué le
está pasando a nuestra generación, por qué nos pasan estas cosas y no
aprendemos. Ahí está la fregadera, perdón por la palabra, pero no es otra cosa
y me molesta mucho este tipo de “hombrecitos” que no son capaces de darle
sustento a la familia que decidieron formar...
¿Y acaso no todo es en nombre de
la “libertad”, de que cada quien tiene derecho a hacer con su vida lo que le
venga en gana?...
Claudia
Patricia Gómez. Testimonio de una joven
El
lobo y el perro
Un lobo iba caminando por el
monte, maltrecho y con hambre. La temporada de caza había estado bastante mala,
y lo peor era que no parecía que fuera a mejorar. Había una fuerte sequía y
muchos de los animales silvestres que le servían de alimento habían emigrado en
busca de mejor suerte. Tampoco había manera de acercarse a los rebaños de
ovejas ya que estaban muy bien custodiados por gordos y bien alimentados perros
ovejeros. Las cosas no podían estar más difíciles. Presa del desconsuelo y la incertidumbre, el lobo avanzaba con
dificultad, preguntándose qué podría hacer. En el camino se encontró de pronto
con uno de aquellos perros que cuidaban los rebaños. La primera idea que cruzó
por su mente fue atacarlo, pero se contuvo, pensando en lo débil que estaba y
en lo fuerte y saludable que se veía el otro. De manera que prefirió
acercársele y conversar con él en son de paz.
-¡Qué bien te ves! ¡Permíteme
felicitarte! ¡Se nota que no te hace falta nada!- le dijo el lobo al perro, con
admiración y también algo de envidia. -La verdad es que no me puedo quejar –
contestó el obeso ovejero, sobándose la panza con satisfacción. -A mí no me va
tan bien - confesó el lobo.
La comida está muy escasa, y por
más que me esfuerzo no logro atrapar gran cosa. -Deberías venirte a vivir con
los humanos- le propuso el perro-, con ellos, la vivienda está asegurada y no
hace falta esforzarse mucho. Sólo hay que estar pendiente de las ovejas,
ladrarle de vez en cuando a los forasteros y
lamerle la mano al amo cuando nos llame su lado. En cuanto a la comida, con las
sobras que depositan en nuestros platos nos basta.
Al lobo todo esto
le pareció muy bien y acompañó al perro hasta su casa. Al llegar, vio cómo lo
castigaban por haber estado ausente enseguida lo amarraban con una cadena a la
entrada de una casa diminuta.
-¿Y esto qué significa?- preguntó
el lobo desde el exterior de la verja.
-Ah, no es nada. -
respondió el perro, con naturalidad. -Todo el día permanecemos amarrados,
porque a los amos les gusta tenernos siempre cerca para que les cuidemos sus
cosas. Es lo más normal del mundo.
-Pues a mí no me
parece- dijo el lobo, espantado. -Prefiero mi forma de vida. No tendré todas
esas comodidades ni estaré tan bien alimentado, pero al menos soy libre.